En la noche del lunes 7 de diciembre nos reunimos en torno a María, la Madre de la Misericordia, y le pedimos, con amor de hijos, que "la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios".
Junto a un cántaro vacío le presentamos nuestro deseo de vaciarnos de nosotros mismos y de todo aquello que nos impide acoger la Palabra y la voluntad de Dios en nuestras vidas.
María, nos invita siempre a caminar sin miedo, iluminados por la luz de Cristo,
para hacer posible que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Que María nos enseñe a decir sí a Dios cada día de nuestra vida,
sin que nada ni nadie nos aparte de su amor.