martes, 2 de agosto de 2016

Hizo camino


Breve síntesis biográfica.


Manuel González García, obispo de Málaga y de Palencia, fue una figura significativa y relevante de la Iglesia española durante la primera mitad del siglo XX.
Nace el 25 de febrero de 1877 en Sevilla, ciudad de la gracia y de la luz. Hijo de familia humilde y profundamente religiosa, pasa allí los primeros años de su vida, en los que van quedando marcadas con huella firme la gracia de la tierra, que le hará sonreír durante toda su vida, aún en medio del dolor más amargo, y la gracia del cielo.
En octubre de 1889 entra en el Seminario de Sevilla y, tras los años de formación, recibe la ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1901. Sus amores predilectos eran la Eucaristía y la Virgen. Su característica, la alegría.
Hay una experiencia clave en los inicios de su vida sacerdotal que marcará para siempre su ministerio: el 2 de febrero de 1902 es enviado a predicar una misión a Palomares del Río (Sevilla), allí Dios le marcó con la gracia que polarizó toda su vida. Ante el Sagrario de ese pueblo vivió una experiencia singular, que fue el camino hacia la comprensión de una realidad nueva: el abandono de la Eucaristía y sus consecuencias. Desde aquel momento su sacerdocio y su vida entera estarán centrados en la Eucaristía abandonada. Ésta era su obsesión, y hace de ella eje y quicio de toda su actividad y entrega.
Las primicias pastorales en Sevilla las vivió como capellán del Asilo de las Hermanitas de los Pobres. En 1905 fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de San Pedro de Huelva, y a los pocos meses arcipreste de esa ciudad, donde se encontró con una situación de notable indiferencia religiosa, pero su amor e ingenio abrieron caminos para reavivar pacientemente la vida cristiana, desplegando un múltiple y variado apostolado, especialmente en favor de los más abandonados: niños, obreros, etc.
La llama que prendió ante el Sagrario de Palomares del Río sigue viva y el 4 de marzo de 1910 comparte su experiencia carismática con un grupo de colaboradoras en su actividad apostólica y funda la Obra de las Marías de los Sagrarios. . Éste fue su llamamiento “Yo os pido amor para Jesús Eucaristía, un poco de calor y respuesta para esos Sagrarios tan abandonados”. La acogida de este movimiento eclesial fue inmediata y se extendió rápidamente. Don Manuel abrió camino, sucesivamente, a las distintas ramas que hoy conforman la Familia Eucarística Reparadora: laicos (adultos-1910, jóvenes-1940), niños-1934), sacerdotes (1918), congregación religiosa (1921) y consagradas laicas (1933).
Don Manuel penetró en el misterio del abandono de la Eucaristía, así como en sus consecuencias, y consagró toda su vida a luchar contra ese mal a través de una acción esencialmente eucarística. Sintetiza su experiencia y la misión que de ella brota en un nuevo vocablo: Eucaristizar. Que define como: «Acercar a todos a la Eucaristía y meterlos dentro del Corazón de Jesús que allí palpita por ellos, para que vivan la vida que de Él brota».
Apóstol incansable de lo social, fundador de muchas obras apostólicas y sociales, quiso definirse a sí mismo como el Obispo de los dos grandes abandonados: el Sagrario y el pueblo.
Destacó su constante preocupación por los niños, a ellos dedicó todo el cariño de su vida eucaristizada: “con los niños le hemos visto reír y llorar, rezar y jugar muchas veces en los porches de sus parroquias a los pilares, a las prendas…. Pero Manuel, ¡es inútil querer enseñar a esos niños tan pequeños! le decía un buen sacerdote al ver aquellos muñequillos lamer el plato de comida que le daba su “Pae Vicario” y preparándose para recibir su otra buena ración de catecismo. Pero poco a poco ellos iban aprendiendo a querer al Jesús del Sagrario que D. Manuel les decía.
En 1916 es nombrado Obispo de Málaga. Aquí se dedicó de modo especial a la formación de los sacerdotes. Para ellos emprendió la construcción de un nuevo seminario que reuniese las condiciones para una buena formación. Así lo diseñó: «Hay que hacer un seminario en el que la Eucaristía sea e influya lo más que pueda ser e influir. Esto es: Un seminario sustancialmente eucarístico.
En 1931, tras el incendio del palacio episcopal, se traslada a Gibraltar para no poner en peligro la vida de quienes lo acogen. Y posteriormente, en 1932 a Madrid, desde donde rige su diócesis malagueña hasta que en 1935 es nombrado Obispo de Palencia, allí entregó los últimos años de su ministerio episcopal.
Su vida fue para los demás generadora de vida; alimentó la fidelidad a su vocación en las fuentes de la Eucaristía y esta fidelidad se expresó en la existencia de cada día. Así lo expresó: «Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los hartaré de todo pan; descubriré niños pobres y pobres niños, y me sobrará el dinero y los auxilios para llevarles escuelas y refugios para remediarles su pobrezas; tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo, y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud».
También hay que destacar, durante todos los años de su actividad pastoral, la profusión de sus escritos. Con estilo ágil, a la vez que profundo y pastoral, transmitió el amor a la Eucaristía, introdujo en la oración, formó catequistas, guió a los sacerdotes. Entre sus libros destacan: El abandono de los Sagrarios Acompañados, Oremos en el Sagrario como se oraba en el Evangelio, Lo que puede un cura hoy, El Rosario sacerdotal, Un sueño pastoral, Así ama Él, Jesús callado, Artes para ser apóstol, La gracia en la educación, Cartilla del catequista cabal, Arte y Liturgia, etc.
Además, fue un gran exponente de la prensa católica de principios del siglo XX con la creación de las revistas El Granito de Arena, para adultos, y RIE, para niños, que se siguen publicando en la actualidad.
Murió el 4 de enero de 1940. Su sepulcro a los pies del Sagrario de la catedral de Palencia, tal como había vivido. El epitafio escrito por él mismo es el lema, el programa y síntesis de toda su vida gastada al servicio de la Eucaristía: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, están siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en Roma, el 29 de abril de 2001. En esa ocasión lo definió como «Modelo de fe eucarística».

No hay comentarios:

Publicar un comentario