En lo profundo no hay nada que no sea sorprendente.
Y sin embargo bajamos tan a poco, y pocas veces.
Acomodamos el pulso a la presión de la rutina.
Nos distanciamos del fondo y del origen de los días…
… y no bajamos, y no bajamos, y no bajamos. Nos olvidamos del sentido de la Vida,
del propio barro, del primer atardecer…
Y amontonamos un sinfín de tonterías,
buscando en lo que creer.
En lo profundo no hay nadie que no sea diferente,
pero a menudo mostramos sólo aquello que no duele.
Desdibujados detrás de multitud de vanidades…
Tristes, sin sueños, ajenos al Amor… superficiales.
…y no bajamos, y no bajamos, y no bajamos.
Nos olvidamos del sentido de la Vida,
del propio barro, del primer atardecer...
Y amontonamos un sinfín de tonterías,
buscando en lo que creer.
En lo profundo no hay nada que no sea sorprendente…
"Quien quiera creer necesita 'un corazón atento' (1 Re 3, 9). Dios busca de muchas maneras establecer contacto con nosotros. En cada encuentro humano, en cada experiencia conmovedora en la naturaleza, en cada aparente casualidad, en cada reto, en cada dolor, está escondido un mensaje de Dios para nosotros.
De manera más clara aún nos habla cuando se dirige a nosotros en su palabra o en la voz de la conciencia. Nos habla como a amigos. Por ello debemos responderle también como amigos y creer en él, creer totalmente en él, aprender a comprenderle cada vez mejor y a aceptar sin reservas su voluntad." (Youcat, 20)
"Jesús dijo a Simón: - Navega mar adentro y echa las redes para pescar.
Le respondió Simón: - Maestro, hemos trabajado toda la noche
y no hemos sacado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes..."
Mar adentro. Echa las redes. Ánimo, no temas, confía. Este es un tiempo apasionante. El mundo necesita de testigos que, habiéndose encontrado con el Maestro, vayan con confianza al encuentro de los hermanos. Que nadie se quede sin haber conocido la Palabra salvadora de Jesús... Vamos, echa las redes. Es tiempo de navegar...
"...Jesús dijo a Simón: -No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron..."
Para el ser humano es natural buscar a Dios. Todo su afán por la verdad y la felicidad es en definitiva una búsqueda de aquello que lo sostiene absolutamente, lo satisface absolutamente y lo reclama absolutamente. El hombre sólo es plenamente él mismo cuando ha encontrado a Dios. "Quien busca la verdad busca a Dios, sea o no consciente de ello" (santa Edith Stein).
El testimonio de don Manuel invita siempre a acercarse al hermano:
"Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los hartaré de todo pan. Descubriré niños pobres y pobres niños y me sobrará el dinero y los auxilios para levantarles escuelas y refugios para remediarles sus pobrezas... y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud" (Manuel González, Obras completas I, 120-121).
La Iglesia acerca a todo creyente a la acción caritativa, y especialmente a quien vive la Eucaristía. Como Familia Eucarística Reparadora, se quiso acoger la llamada a la solidaridad con motivo de la beatificación de don Manuel, que tuvo lugar en Roma el 29 de abril de 2001. Todos los grupos prepararon un obsequio al Papa Juan Pablo II de objetos sagrados, destinados a parroquias necesitadas. Dentro de un Sagrario, donado con este fin, una carta motivó que se concretara el deseo: "Deseamos convertirnos, si nos lo permiten, en 'madrinas' de la misión a la que vaya destinado este Sagrario, a la que trataremos de ayudar espiritual y materialmente según nuestras posibilidades..."
Quien ora ante el Sagrario, quien comulga, quien participa frecuentemente o incluso a diario del Sacrificio Eucarístico, experimenta el amor inmenso de Dios y se siente llamado a decírselo al hombre de hoy con palabras y obras. Esto implica entrar conscientemente, con corazón abierto y mirada cargada de humanidad, en un proceso que nos lleve a:
* Dejarnos interpelar por el hermano que sufre y movernos a la "compasión".
* Sentirnos responsables de su historia, teniéndolo en cuenta.
* Acompañarlo en el deseo de superación, sin paternalismo.
* Abrir caminos construyendo tejido social, redes, puentes... Nada hacemos solos, sino que crece la solidaridad entre todos.
* Así, experimentamos que las entrañas de solidaridad que tiene todo hombre, se despiertan, y son capaces de amar y servir, en el nombre de Jesús y a su estilo: "se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ciñó la toalla y se puso a lavarles los pies". (Jn 13,4-5)
un joven sacerdote sevillano, recién ordenado, experimentó la presencia de Jesús, con una fuerza especial, en el Sagrario de esta Iglesia de Palomares del Río (Sevilla). Y tal fue el flechazo que ese encuentro provocó en Don Manuel González, que dedicó toda su vida y su ministerio a dar a conocer que Jesús en la Eucaristía está muy cerca… y que “ese Amor no se parece a ningún otro”...