miércoles, 6 de mayo de 2015

Sólo por amor a ti

El viñador trabaja preparando la tierra, trabaja en la planta cultivándola para que crezca, trabaja en el fruto, recogiéndolo, vendimiándolo y guardándolo...; siempre trabaja, pero a medias, con sus instrumentos de labranza, con la tierra, el aire, la humedad, el sol que nutren y desarrollan la planta, maduran y doran el fruto... y después de haber trabajado, espera...

La planta pudo estar enferma o sana, la tierra pudo ser mala o buena, las nubes pudieron mandar lluvia benéfica o deshacerse en granizos destructores, el aire pudo ser brisa refrescante y mecedora o huracán arrasador, el sol pudo asomarse a través de un cielo azul u ocultarse detrás de un cielo plomizo... ¡Tiene tanto que contar con elementos que no dependen del poder de sus manos! ¡Tiene tanto que esperar el pobre labriego!

Alma, ahí tienes a tu Padre celestial.

Sin obligación, sin necesidad ninguna, sólo por amor a ti y para ganarte del modo más glorioso para Él y para ti, se ha hecho viñador, con todas las contingencias de los agricultores de la tierra.

Pudiendo sembrar, cultivar y cosechar sin trabajar, trabaja siempre; pudiendo hacerlo Él solo, liga, condiciona su trabajo y su poder con causas inferiores, con libertad de hombres flacos y tornadizos y con insidias de demonios envidiosos...; pudiendo llegar hasta el fin en un solo instante, se pone a esperar con una paciencia sin prisa que sobrepuja a todas las paciencias de la tierra.



Alma, ése es tu Padre celestial, no ese Juez siempre espiando, ni ese Rey de perpetuo ceño duro, ni ese Señor envuelto en nubes y resplandores inaccesibles; ése es el Padre revelado y enseñado por mi Hijo en su Evangelio...

Medítalo, trátalo así, métele en lo hondo de tu corazón, así, y verás cómo al miedo de Dios por tus miserias, que esteriliza y acobarda, reemplaza el temor filial de Dios que endereza y levanta; al escándalo y a la confusión por los triunfos aparentes de la impiedad sucede la confianza que agradece y marcha tranquila, que a las impaciencias turbadoras ante semillas frustradas, cultivos arrasados y cosechas malogradas, sigue la paz para comenzar cada mañana la labor dejada con tristeza la tarde antes, con la alegría de la mañana del día primero...

Madre Inmaculada, muéstranos al Padre celestial... y esto nos basta.

(Beato Manuel González)

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