¡Qué dos regalos tan grandes, tan magníficos, hace el Corazón
de Jesús a sus apóstoles! su amistad y el motivo de esa amistad, a saber, el
haberles concedido vivir en intimidad con Él. Es decir, los llama amigos,
porque antes los hizo sus íntimos.
¡Amigos! Y, por consiguiente,
iguales a Jesús: que es propio de la amistad suponer o producir la igualdad
entre los amigos.
¡Qué palpitación tan
pronunciada, tan vehemente del Corazón de Jesús el llamar amigos suyos a
aquellos hombres! ¡Cuánto ha tenido que bajar Él y cuánto ha hecho subir a
ellos para establecer entre Él y ellos la igualdad de amigos!
¿Y por qué amigos? Porque lo
conocen más y mejor que todos los demás. Y porque lo aman tanto, que padecen
las mismas penas y pasan por las mismas pruebas que Él.
Por esa intimidad de
conocimiento y de amor, son elevados al inapreciable honor de la amistad con
Jesús.
Antes que apóstoles suyos y
maestros del mundo, los quiere amigos
íntimos. Para eso, y sólo para eso los retiene
consigo antes de enviarlos a predicar.
¿Me entero bien de que llevo
con verdad y con justicia el nombre de amigo de Jesús, en tanto en cuanto lo
conozco y lo quiero y lo trato con intimidad? ¿Me persuado de que Apostolado
de Jesús sin que le preceda y acompañe trato íntimo de Jesús, es como doctor no
docto, como soldado sin valor ni armamento, cuerpo sin alma, como amigo sin
amistad?
¡Cuánta luz para confirmar la
debida respuesta a esas preguntas, dan
estas palabras que pone san Juan en boca de Jesús en la hora de los
últimos encargos de la noche de la
Cena ! "Vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio".
Subrayo el estáis conmigo, para que resalte la
razón y el valor del testimonio que habían de dar de Él.
Ésta es la cadena: apóstoles, en cuanto testigos. Testigos en
cuanto amigos. Amigos en cuanto íntimos... Romped o quitad uno de los
eslabones, y frustraréis la obra maestra de Jesús, y la acción de su apóstol.
(Beato Manuel González)
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