sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
Celebración del 105º aniversario de la UNER
El día 4 de marzo, se cumple el 105º aniversario de fundación de la UNER por el Beato Manuel González. En la Santa Iglesia Catedral de La Laguna tendrán lugar los siguientes actos, presididos por Don Daniel Padilla, asesor nacional de la UNER:
- 16h Vía crucis
- A continuación un tiempo de Adoración eucarística
- 18h Celebración de la Eucaristía
La UNER también celebrará el Jubileo con motivo del centenario y reapertura de la Santa Iglesia Catedral.
La familia eucarística invita a compartir su alegría en el aniversario de su fundación.
miércoles, 25 de febrero de 2015
Beato Manuel González: Hombre elegido y consagrado
El 25 de febrero, domingo del año 1877, nació a las cinco de la mañana, en Sevilla, en la Calle del Vidrio, número 22, el tercero de los cuatro hijos del matrimonio formado por Don Martín González Lara y Doña Antonia García Pérez. Ambos naturales de Antequera (Málaga,) desde donde se trasladaron a Sevilla unos dos años antes del nacimiento de Manuel.
“Un Sacerdote no es ni más ni menos
que un hombre elegido y consagrado por Dios
para pelear contra el abandono del Sagrario"
(Beato Manuel González)
martes, 24 de febrero de 2015
Hoy te llamo "Padre", con ternura y de verdad
Martes I de Cuaresma
Is 55, 10-11
Sal 33
Mt 6, 7-15
En la palabra Padre está el fundamento de la Piedad y de toda oración, a saber: la confianza sin cansancio en la misericordia sin medida ni fin de Dios, como Padre en toda la extensión del sentido de ese nombre, el más grande en los cielos y en la tierra..., o sea, confianza en Dios Autor, Conservador, Providencia, Médico, Perdonador, Remunerador, Consejero, Consolador, Amigo...
En la palabra nuestro está la condición esencial de toda oración, a saber: el amor a los hermanos, empezando por el Mayor, Jesús...; ese pedir todos para todos es no excluir a ningún prójimo de mi amor. ¡Ah, sí nos fijáramos un poquito en ese carácter colectivo, familiar, fraternal, que Jesús en su Evangelio, y la Madre Iglesia en su liturgia dan a todas sus oraciones! ¡Cómo no nos sentiríamos tan alejados y tan despegados los unos de los otros! ¡Cómo se cumplirían mejor los dos preceptos fundamentales a que se reduce toda la ley moral: amor a Dios sobre todo y amor al prójimo como nos amó Jesús!
En la palabra que estás en los cielos está el premio definitivo de toda oración: ¡Los cielos! ¡La glorificación suma de Dios y la suma felicidad del hombre! ¡No es esa, en definitiva, la aspiración de todo el que ora bien, como de todo el que obra bien?
(Beato Manuel González)
lunes, 23 de febrero de 2015
Cuaresma: dejándonos tocar el corazón
El pasado miércoles, iniciamos confiados y alegres el itinerario cuaresmal. El viernes, nos reunimos un mes más en la Capilla San Jorge. Juntos, escuchamos con atención la invitación del Señor a la conversión, a dejarnos tocar el corazón, a volver a Él, acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participación en su vida misma.
¡¡¡Gracias a todos!!!
jueves, 19 de febrero de 2015
Si alguien quiere seguirme...
Jueves después de ceniza
Dt 30,15-20
Sal 1
Lc 9, 22-25
Madre Inmaculada, ¡qué trabajo cuesta a mi flaca naturaleza tomar mi cruz! Le digo muchas veces que la cruz es un regalo y un recuerdo del Jesús de mi Comunión, que es el pago de mi deuda con Dios ofendido, que es el instrumento de mi redención y justificación ahora y después el trono de mi glorificación... y parece que mi naturaleza no se entera o no me cree y sigue acobardada o huida ante la Cruz. ¡Se siente tan feliz cuando se figura que se ha descarga de ella!
Un rayito de luz, un soplo de aliento, Madre querida, a mi cabeza y a mi corazón, para que aprendan y se decidan a mirar y a querer como amiga la cruz. Sobre todo yo quisiera saber cómo, siendo regalo de tu Hijo, la cruz me turba, me desasosiega y pone en peligro de apartarme de Él no pocas veces.
Ésta es la lección que te pido para mi Comunión de hoy.
Dile a tu Jesús que, aunque muy cobarde por mi condición, yo quiero tomar la cruz que Él me dé, con el peso que Él me la mande, y sacar de ella todo lo que El quiera que saque.
(Beato Manuel González)
miércoles, 18 de febrero de 2015
martes, 17 de febrero de 2015
El amor que re-crea
Martes 17 de febrero, 6º del tiempo ordinario
Gn 6,5-8;7,1-5.10
Sal 28
Mc 8,14-21
A veces la experiencia del mal hace que todo se vuelva negro a nuestro alrededor. Todo es oscuridad y de tanto mirar lo negativo, se nos "estrecha" la mirada.
Vivamos con los ojos abiertos, acogiendo cada signo de esperanza que hay a nuestro alrededor, especialmente el signo del Reino por excelencia, que es la celebración eucarística.
domingo, 15 de febrero de 2015
Señor, si quieres...
"Señor, si quieres, puedes limpiarme", exclamó ante Jesús un pobre leproso.
¡Cuánta fe en el poder, cuánta confianza en la misericordia y cuánta conformidad con el querer de Dios encierra esa palabra!
¡Ah, si las repitiéramos ante las puertecitas del Sagrario con la misma fe, confianza y conformidad que el leproso, cómo sentiríamos caer sobre la lepra de nuestros pecados, penas y enfermedades el "quiero, queda limpio" de la misericordia omnipotente que allí palpita!
(Beato Manuel González)
viernes, 13 de febrero de 2015
El amor que crea (IV)
Viernes, 13 de febrero, 5º del tiempo ordinario
Gn 3,1-8
Sal 31
Mc 7,31 37
El pecado está tan metido en nuestra vida que hacemos todo lo posible por no verlo, por esconderlo. Se instala en nosotros bajo multitud de formas, pero siempre bajo el sello de la apropiación, del egoísmo, de todo lo opuesto al amor.
Contemplamos hoy a Jesús, realizando un gesto creador sobre un hombre encerrado en sí mismo, como hizo el Señor, en el principio.
Vivamos dejando que ese mismo Jesús se acerque, modele con sus manos nuestras fragilidades instaladas e insufle su aliento de vida en nuestras cerrazones.
jueves, 12 de febrero de 2015
El amor que crea (III)
JUEVES, 12 DE FEBRERO,
5º DEL TIEMPO ORDINARIO
Gn 2, 18-25
Sal 127
Mc 7, 24-30
Creados a imagen y semejanza de Dios, no podemos vivir solos. Dios es amor y el amor es encuentro. Necesitamos, para poder ser, descubrirnos en la mirada de otro. Gran paradoja la que nos hace necesitar al otro para llegar a ser nosotros mismos en plenitud.
"Nuestra fe responde a una Persona que quiere entrar en una relación de amor profundo con nosotros y comprometer toda nuestra vida" (Benedicto XVI). Vivamos con el corazón abierto a la acción de Dios, a esa comunicación de amor que quiere regalarnos y que es, sobre todo, buena noticia en nuestras vidas.
miércoles, 11 de febrero de 2015
La sabiduría del corazón
Mensaje con ocasión de la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015
Queridos hermanos y hermanas:
Con
ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan
Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y
de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así
como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito
sanitario.
El
tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job:
«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera
hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del
corazón.
1.
Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de
razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es
«pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos
frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud
infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien
sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la
imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo:
«¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en
nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de
Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2.
Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que
contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»,
se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte
de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de
relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta
en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse
del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos
cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su
vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los
pies». Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de
una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse,
para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el
tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir
por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o
incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer.
Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos
momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y
se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3.
Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa
junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos
conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido,
sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).
Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»
(Lc 22,27).
Pidamos
con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender
el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a
dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a
nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados.
En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que
insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las
vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser
vividas.
4.
Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro
mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del
enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del
hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad,
del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta
actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del
Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Por
esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la
"salida de sí hacia el otro" como uno de los mandamientos principales
que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir
acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación
absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179).
De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad
efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve»
(ibíd.).
5.
Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La
caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y
tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron
los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante
siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían
que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían
dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura
era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en
cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al
otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la
aprobación y se complace del bien hecho.
La
experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de
Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente
gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama
del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para
siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas
gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de
la fe (Cf. Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan
Pablo II, 27 de abril de 2014).
También
cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre
nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar
privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y
reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su
experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de
oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las
personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en
la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar
el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz
de comprenderlo hasta el fondo.
6.
Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de
María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada,
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh
María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos
los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al
prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos
acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
Francisco
martes, 10 de febrero de 2015
El amor que crea (II)
Martes 10 de febrero, 5º del tiempo ordinario
Gn 1,20–2,4a
Sal 8
Mc 7,1-13
Somos buscados por Dios desde el principio. Sólo su amor nos dice, de verdad, quiénes somos, criaturas que "recibimos la vida de otro y no sólo en el momento del nacimiento, sino cada día. El ser humano es relación: yo soy yo mismo sólo en el tú y a través del tú, en la relación del amor con el Tú de Dios y el tú de los demás (Benedicto XVI).
Vivamos reconociendo la grandeza de Dios y aceptando nuestra condición de criaturas para que el Señor colme nuestra pequeñez con su amor y crezca nuestra verdadera grandeza de hijos amados de Dios.
lunes, 9 de febrero de 2015
El amor que crea
Lunes 9 de febrero, 5º del Tiempo Ordinario
Gn 1, 1-19
Sal 103
Mc 6, 53-56
El mismo amor que nos crea, se hace uno de nosotros, se hace amor cercano, que toca, acaricia, sana. Vivamos como testigos de ese amor que quiere seguir actuando a través de nosotros.
sábado, 7 de febrero de 2015
martes, 3 de febrero de 2015
lunes, 2 de febrero de 2015
Partícula para eucaristizarnos. Febrero
«Una María es una persona corta para contar:
Cuando se trabaja por tan puro amor compasivo como la María,
no queda tiempo, ni ganas, ni interés
en presentar la cuenta ante el tribunal humano
para que se la pague»
(cf. Florecillas de Sagrario: OO.CC. I, 627)
En nuestra sociedad es poco común ver gestos desinteresados y gratuitos. Todo se compra y se paga, no solo los bienes materiales, sino también la diversión, el trabajo, la enseñanza. Esto muestra que la cultura actual nos está convenciendo de la importancia de la egolatría como medio para ser más eficaz e importante. Se realzan como factores dominantes la comodidad, el éxito personal y la abundante posesión de bienes. Parece que la generosidad no tiene cabida en la vida.
Hasta muchas veces constatamos que, valores tan nobles como la amistad y el amor, pueden esconder una gran carga de intereses personales. Más aún, amar al que nos ama o ser servicial y simpático con quien lo es con nosotros, pueden continuar siendo las actitudes egoístas de quienes son movidos por la preferencia y la predilección.
Jesús quería y pensaba en una sociedad en la que los hombres y mujeres aprendiéramos a amar, no a quien mejor nos paga, sino a quien más nos necesita. «Cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos» (Lc 14,13-14). Por eso sería más noble que nos preguntemos y nos respondamos con sinceridad, qué buscamos cuando nos acercamos a los demás.
La gratuidad es pensar y actuar hacía los demás, hacia fuera, no hacia dentro. Es más fácil y, aparentemente satisfactorio, realizar un acto ostentoso por el cual nos aplaudan y nos feliciten, que con sencillez darnos a los otros sin conseguir ninguna ganancia, porque lo normal es procurarse el propio brillo, estar por encima de los demás, no querer ofrecer nuestra luz a los demás. «Todo es gracia (…) no tengo riquezas, mi riqueza es solo el don que he recibido: Dios. Esta gratuidad: ¡es nuestra riqueza!». «La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que llega; lo que yo he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente» (Papa Francisco 11/6/2013).
Ayudar a los demás sin hacer distinciones; pararse ante una persona que necesita; actuar con discreción y sencillez apareciendo y desapareciendo en el momento oportuno; resolver las situaciones que afectan a las personas en la medida de las posibilidades o buscar los medios para lograrlo, es saber amar con gratuidad y generosidad.
El creyente verdadero practica la generosidad en silencio, sin reflectores y sin propagandas en los medios sociales. Gratuitamente. Solo de esta manera será favorecido con la alegría interior, con la paz de Dios. Quien sigue a Jesús es consciente de las consecuencias que se derivan al ir por ese camino; su manera de actuar resultará ilógica, incómoda y molesta para mucha gente, pero, del mismo modo, sabe que esas actitudes llevan a la salvación definitiva, la que nos dio Él.
«El señor Obispo se acercará a ese pueblo, lo amará con toda la inmensa locura de un corazón enamorado del pobrísimo Jesús (…). Y como la gran limosna que el pueblo necesita es el cariño, el corazón, él se lo entregará a todos sin esperar nada, que no busca en ello más que hacer el bien y alegrar a Dios» (J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed., p. 246).
Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.
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