sábado, 14 de marzo de 2015

¡Si fuéramos a Él!

¿Y si los pecadores, si nosotros los pecadores, cuando el remordimiento nos carcome y la vergüenza de nuestras indignidades enrojece nuestras caras, cuando el demonio de la desesperación nos empuja a quitar remordimientos con el falso placer de pecados nuevos y nos cierra los ojos y el corazón para que no vean ni sientan la mirada siempre compasiva de Jesús, nos pusiéramos a orar ante Jesús del Sagrario y decirle la palabra de confianza: Padre; y la de confesión: pequé contra el cielo y contra Ti; y la de asco de sí: no soy digno de ser llamado hijo tuyo , y la petición humilde de: recíbeme siquiera como a uno de tus criados, como el pródigo del Evangelio; y fuéramos a llorarle como la Magdalena y san Pedro, y con los ojos entornados por la confusión, y la boca abierta por la confianza, le repitiéramos el "mírame propicio a mí, pecador" del humilde publicano...


¡Cómo sentiríamos la opresión de sus brazos sobre nuestros hombros y cuello, y el beso del perdón sobre nuestra frente y el "vete en paz, hijo, que tus pecados están perdonados" o el "Yo no te condeno tampoco".

(Beato Manuel González)

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