Un Salvador que se ha puesto
por norma inexorable respetar la libertad humana, ¿qué más ha podido hacer?
¿Qué más milagros de paciencia y delicadezas de misericordia podía derrochar
para salvar a aquel hombre obstinado en ser traidor? Y cuenta que sabiendo por
anticipado Jesús con su ciencia infinita lo infructuoso de su acción
misericordiosa sobre Judas, pudo ahorrársela. Pero como a más de Salvador era
Maestro, prefirió dejar probada hasta la saciedad con su ejemplo a los que
constituía salvadores y maestros del mundo la que había de ser la gran regla de
su Apostolado, a saber: derrochar misericordia y paciencia por tratar de salvar
un alma ¡hasta lo imposible! y ¡sin esperar nada!
Judas no sacó provecho del
derroche de misericordia del Corazón de Jesús para con él. Pero los apóstoles
de entonces y los de todas las edades, entre otros muchos provechos, han
obtenido dos: el de haber sacado el retrato del Corazón de Jesús en su mejor
postura y el gráfico más completo de su Apostolado.
Ante el misterio de Jesús sereno, y hasta deferente, con su
amigo y apóstol traidor, durante tres años ¡qué bien se facilita y entiende dar
perdón al enemigo, aunque no lo pida y siga odiando. El ir a los lobos como
corderos. El presentar la mejilla al que le hirió en la otra. El hacerse
pequeño para ser grande y todos esos imposibles
humanos de la ley evangélica!
Judas, y todos los Judas que
Dios permita en su Iglesia, son ciertamente una mancha negra, muy negra, pero
indispensable para que destaque y se pruebe la grandeza del Corazón de Jesús y
del corazón de sus apóstoles.
(Beato Manuel González)
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