Domingo 17 del Tiempo Ordinario
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1ss
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo:
«Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”»
...Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
Orar es hablar a Dios con el corazón, y, por tanto, cosa sumamente fácil y al alcance de todos, ilustrados y rudos, mayores y chicos, buenos y malos, pues todos tienen boca y corazón; y la segunda, que toda oración se compone de dos elementos: uno humano, el conocimiento de nuestra indigencia absoluta en cuanto al alma y en cuanto al cuerpo, y otro divino, la fe y la confianza sobrenaturales en el amor misericordioso y omnipotente de Dios que quiere y puede y ha prometido socorrer nuestra indigencia;
o, más breve: oración es la fe y la confianza poniendo en comunicación y en curación la gran miseria humana con la gran misericordia divina.
Eso es toda oración: la miseria de rodillas, con las manos extendidas y la boca abierta, ante la Misericordia omnipotente del Corazón de Dios. Ésa es, en la esencia, la oración.
¿Cómo se ora?
Se ora como se pide y se pide según se siente la miseria propia y según se cree y se confía en la misericordia de Dios. A más conocimiento de aquélla y a mayor fe y confianza más viva en ésta, más eficaz oración.
Manuel González García
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