viernes, 3 de abril de 2015

Viernes Santo: La hora del Sacrificio

Muchos son los seguidores y enamorados de las dádivas y regalos de Jesús. Pero pocos los de verdad enamora­dos de su Corazón, y menos aun en la hora de su Sacrificio.

Poned un momento vuestros ojos en la cima del Calvario en la hora de la crucifixión de Jesús. ¿Qué da allí Jesús?

Allí no hay multiplicación de panes ni peces. No hay curaciones milagrosas de ciegos y tullidos. No hay caricias para niños ni consuelos para los que lloran... Allí no hay más que una vida que se extingue, unos ojos vidriosos que se cierran, unas heridas que manan sangre, una boca cárdena que se reseca, unos miembros que se contraen, un amor infinito que se deshace en un infinito dolor. Y, cuando la vida se extingue del todo, queda de cuerpo presente un pecho abierto y un Corazón traspasado por la lanza de un soldado.

¿Quién está con Jesús en esa hora?

Responde el Evangelio:

Estaban junto a la Cruz, María Madre de Jesús, Juan el Discípulo a quien Jesús amaba y las Marías.



¡Éstas son las almas que buscan a Jesús crucificado! Ésas son las buenas, las óptimas buscadoras de Jesús. Las que sólo buscan su Corazón, para, con Él y como Él, amar padeciendo o gozando, trabajando o descansando, muriendo o resucitando...

(Beato Manuel González)

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