miércoles, 8 de abril de 2015

Emaús: La tristeza en la ausencia

Todos, lo mismo los que andan en su opulencia, como los sumergidos en el mar de las privaciones, los chicos y los grandes, los hombres y las mujeres, caminamos fatigosamente por la senda de la vida cargados con el fardo de una gran tristeza.

Jesús, que en su vida de Sagrario ha tomado sobre sí el oficio de compañero de viaje de sus hermanos los hombres, ¡cuántas veces se asoma al camino por donde éstos pasan y de mil modos y maneras les pregunta: ¿Por qué estáis tristes?


Tú, en el Sagrario eres pureza, verdad, salud, poder, amor, vida, felicidad, gloria, y ¡no eres echado de menos por tus hermanos los heridos, los apesadumbrados, los oprimidos [...]!Jesús no echado de menos por los tristes de la vida, ¡qué tristeza para tu Corazón!

Señor, obligado, como mis hermanos, a andar privado de muchas cosas por la tierra, yo quisiera, yo te pido que no me dejes entrar la tristeza más que por la sola privación de tu presencia y que, mientras yo pueda asegurar: tengo a Jesús en mi Sagrario y hoy lo tengo en mi alma y mañana, contando con su misericordia, lo tendré también, nada ni nadie puede turbar la paz de mi corazón; y si, a pesar de mis deseos y peticiones, por la abundancia de mis dolores y flaquezas, lloro y me quejo, ardientemente te pido que cada lágrima de mis ojos, cada ¡ay! de mi boca, cada arruga de mi frente, cada gota de mi sudor, cada quejido silencioso de mi corazón, cada protesta, en fin, de mis incontables necesidades, sea esto sólo: voz que te llame y señal de que te echo de menos.

Compañero disfrazado de mi viaje de la tierra al cielo, que todo en mí, mis penas como mis alegrías, te estén siempre gritando: ¡Más Jesús! ¡Más Jesús!

(Beato Manuel González)

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